El proceso de gestionar una herencia se conoce como sucesión y puede llevarse a cabo de dos maneras principales:
 

1. Testada: Cuando la persona fallecida ha dejado un testamento.
2. Intestada: Cuando no hay testamento.
    

Herencia Testada

En este caso, el fallecido ha dejado un testamento, un documento legal en el que especifica cómo quiere que se distribuyan sus bienes. Un testamento válido facilita mucho el proceso de sucesión, ya que deja claras las intenciones del testador (la persona que hace el testamento).

Herencia Intestada

Si no hay testamento, la ley establece un orden de prioridad para determinar quiénes son los herederos. Generalmente, los primeros en la línea de sucesión son los descendientes (hijos y nietos), seguidos del cónyuge, ascendientes (padres y abuelos) y, finalmente, otros familiares más lejanos.

Si no eres capaz de ponerte de acuerdo con el resto de los herederos para repartir los bienes, de una forma amistosa, no tendrás más remedio que acudir a un procedimiento de división judicial de la herencia, en el que, primeramente, se deberá fijar un inventario de los bienes, así como su avalúo, para posteriormente, proceder al reparto de los mismos, con la participación de un contador-partidor que, en función de los porcentajes que ostente cada heredero, repartirá los bienes a través de un cuaderno particional.

Consúltanos sin compromiso, promoveremos mediación con el resto de los herederos, pues la repartición de la herencia por vía judicial, además de poder resultar muy costosa, en función de las múltiples variantes que a nivel procesal pueden producirse, es posible que se demore mucho en el tiempo, con las consecuencias que ello conlleva: bloqueo de cuentas bancarias, impago de obligaciones derivadas de la masa hereditaria, nula disposición sobre los bienes, etc.